Carlos Monsiváis
Reflexión del empresariado internacional: si el Apocalipsis va a ser negocio, mejor que suceda. Lo que no se puede aceptar es un fin del mundo no rentable, algo que por sí mismo desalienta las esperanzas de las inversiones a plazo fijo y manejo bursátil de la confianza en el posfuturo.
Por eso, me permito algunas recomendaciones financieras o, por lo menos, de acercamiento de las tradiciones teológicas a las bolsas de valores, los últimos refugios de la religiosidad bien entendida:
1. Si se anuncia la gran catástrofe, no vendas todas tus propiedades, por devaluadas que estén. Resérvate tu casa, comida real y virtual y un caudal de DVD por si el juicio final se prolonga al ser tantos los enjuiciados y tan escasos los abogados defensores, que no querrán participar por si luego no hay a quién cobrarle.
2. No hagas caso de los que te aconsejen invertir en los recursos energéticos. En el caso de una agonía mundial, el petróleo y sus derivados no calman la sed; es preferible almacenar el agua en cajas fuertes o, de plano, vivir en macropeceras. A los que te digan que el petróleo es un líquido muy sabroso y defendible, grítales: “¡Populistas! ¡Los voy a acusar con la izquierda racional y negociadora!”.
3. No te vuelvas un oportunista deleznable y no busques convertirte rapidito a cualquier credo, o no asegures que eres el mejor creyente de tu manzana. Se ve mal. Mejor, con serenidad, acepta que siempre has creído en los valores y que ésos están asegurados por la fe que adquiriste de niño y las reservas del Banco de México.
4. No caigas en el pánico, porque eso te crea incertidumbre, el estado de ánimo menos propicio para decidir cuáles de las inversiones son provechosas.
5. No aceptes que el desempleo es un problema mundial y nacional. Mientras tú no estés desempleado, no hay problemas mundiales o nacionales. Si despides por salud financiera a una gran parte de tus empleados, diles que lo haces para que tengan tiempo de meditar en su salud espiritual, siempre más importante que la material.
6. No aceptes que el desánimo se convierta en tu Otro Yo, en tu asesor principal. Tú no puedes darle a tu fuero interno un papel tan fundamental sin pagarle generosamente y no estás para esos lujos. Mejor, solicita la intervención de un ángel, que como se sabe pertenece a la especie que nunca cobra cuando ayuda.
7. Agradece a las autoridades federales si te disminuyen lo que debes pagar en agua y luz. Pero no lo agradezcas en público, para que no se envanezcan. Más bien, lo que te toca decir en público es que como siempre el gobierno cree cumplir con su deber haciendo lo que le tocaba desde siempre: “Ya que se va a acabar su régimen fiscal, salen con esto. Agua no necesitamos porque ya viene el diluvio universal, y luz habrá en demasía cuando estalle el firmamento por falta de pago de la tenencia de los cielos!”.
8. Cuando estés solo con tu familia, no les salgas con la cantaleta de la unidad ante la adversidad. Mejor, diles que ya que queda muy poco tiempo hay que decir todo lo que se ha ocultado hasta el momento. Cuando tu mujer salga con que tuvo una aventura romántica durante 10 años, abrázala y perdónala. Luego le dices que tú le has sido fiel pero sólo en lo que toca a su género. Y a tus hijos les informas que siempre has sabido que no eran tuyos y que por eso no les dejas nada en tu testamento, que de cualquier modo no les va a servir a la hora en que se abra la tierra sin necesidad del apoyo solidario de los terremotos.
9. No se te ocurra liquidar tus deudas. Limítate a decir: “El de atrás paga”. Y a ver quién se hace cargo de tu cartera vencida en el Valle de Josafat.
Reflexión del empresariado internacional: si el Apocalipsis va a ser negocio, mejor que suceda. Lo que no se puede aceptar es un fin del mundo no rentable, algo que por sí mismo desalienta las esperanzas de las inversiones a plazo fijo y manejo bursátil de la confianza en el posfuturo.
Por eso, me permito algunas recomendaciones financieras o, por lo menos, de acercamiento de las tradiciones teológicas a las bolsas de valores, los últimos refugios de la religiosidad bien entendida:
1. Si se anuncia la gran catástrofe, no vendas todas tus propiedades, por devaluadas que estén. Resérvate tu casa, comida real y virtual y un caudal de DVD por si el juicio final se prolonga al ser tantos los enjuiciados y tan escasos los abogados defensores, que no querrán participar por si luego no hay a quién cobrarle.
2. No hagas caso de los que te aconsejen invertir en los recursos energéticos. En el caso de una agonía mundial, el petróleo y sus derivados no calman la sed; es preferible almacenar el agua en cajas fuertes o, de plano, vivir en macropeceras. A los que te digan que el petróleo es un líquido muy sabroso y defendible, grítales: “¡Populistas! ¡Los voy a acusar con la izquierda racional y negociadora!”.
3. No te vuelvas un oportunista deleznable y no busques convertirte rapidito a cualquier credo, o no asegures que eres el mejor creyente de tu manzana. Se ve mal. Mejor, con serenidad, acepta que siempre has creído en los valores y que ésos están asegurados por la fe que adquiriste de niño y las reservas del Banco de México.
4. No caigas en el pánico, porque eso te crea incertidumbre, el estado de ánimo menos propicio para decidir cuáles de las inversiones son provechosas.
5. No aceptes que el desempleo es un problema mundial y nacional. Mientras tú no estés desempleado, no hay problemas mundiales o nacionales. Si despides por salud financiera a una gran parte de tus empleados, diles que lo haces para que tengan tiempo de meditar en su salud espiritual, siempre más importante que la material.
6. No aceptes que el desánimo se convierta en tu Otro Yo, en tu asesor principal. Tú no puedes darle a tu fuero interno un papel tan fundamental sin pagarle generosamente y no estás para esos lujos. Mejor, solicita la intervención de un ángel, que como se sabe pertenece a la especie que nunca cobra cuando ayuda.
7. Agradece a las autoridades federales si te disminuyen lo que debes pagar en agua y luz. Pero no lo agradezcas en público, para que no se envanezcan. Más bien, lo que te toca decir en público es que como siempre el gobierno cree cumplir con su deber haciendo lo que le tocaba desde siempre: “Ya que se va a acabar su régimen fiscal, salen con esto. Agua no necesitamos porque ya viene el diluvio universal, y luz habrá en demasía cuando estalle el firmamento por falta de pago de la tenencia de los cielos!”.
8. Cuando estés solo con tu familia, no les salgas con la cantaleta de la unidad ante la adversidad. Mejor, diles que ya que queda muy poco tiempo hay que decir todo lo que se ha ocultado hasta el momento. Cuando tu mujer salga con que tuvo una aventura romántica durante 10 años, abrázala y perdónala. Luego le dices que tú le has sido fiel pero sólo en lo que toca a su género. Y a tus hijos les informas que siempre has sabido que no eran tuyos y que por eso no les dejas nada en tu testamento, que de cualquier modo no les va a servir a la hora en que se abra la tierra sin necesidad del apoyo solidario de los terremotos.
9. No se te ocurra liquidar tus deudas. Limítate a decir: “El de atrás paga”. Y a ver quién se hace cargo de tu cartera vencida en el Valle de Josafat.
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