Miguel Ángel Granados Chapa
Después de valorar la reforma, López Obrador anunció que, sin abandonar la del petróleo, emprenderá ahora la defensa de la economía popular. Lo hará sin el apoyo de Nueva Izquierda
Los autores de la reforma petrolera, obra colectiva que no admite paternidad individual, quedaron satisfechos con su obra. Los maximalistas del pro y del contra, en cambio, mostraron su insatisfacción. Algunos aplauden la concertación política que hizo posibles las enmiendas, adiciones y nuevas leyes en esa materia. Otros, en sentido contrario, la denuncian como simple argucia de políticos que privilegian la escenografía del acuerdo aunque la sustancia quede intocada. En el extremo se denuesta como traidores a quienes, en las filas del PRD, se sumaron al consenso y recibieron por ello el reconocimiento del presidente Calderón, cuya legitimidad no es admitida formalmente por el partido al que pertenecen los legisladores que dijeron sí a las reformas, aunque fuera una aprobación en cierto modo bajo protesta por la persistencia de resquicios y lagunas donde prevaleció el espíritu privatizador que animó los proyectos iniciales presentados desde Los Pinos en abril pasado.
El presidente Calderón, su secretaria de Energía, Georgina Kessel, y el director de Pemex, Jesús Reyes Heroles González Garza, se congratularon por el resultado de la reforma. Histórica, la llamó el Ejecutivo federal en mensaje de alcance nacional emitido la noche del martes 28, después de que en la Cámara de Diputados concluyó el prolongado proceso reformador. Sus dependientes desfilaron en los días siguientes ante algunos medios de comunicación para ufanarse del resultado. No lo hacen sólo de dientes para afuera. Si bien varios puntos medulares de sus iniciativas fueron eliminados o corregidos en la negociación parlamentaria, otros perduraron y servirán al propósito de atraer capital privado a la gestión petrolera.
Ése es el caso, por ejemplo, de la dilatada libertad de contratación que se otorgó a la empresa. Si bien desapareció la posibilidad de los contratos riesgo (que estuvieron vigentes durante cerca de un cuarto de siglo, hasta que los canceló el primer Reyes Heroles que dirigió Pemex), permanecieron los contratos incentivados, es decir con estímulos para que los contratistas ganen más de lo pactado inicialmente según su desempeño o resultado. Según una interpretación inicial de la autoridad, la figura es aplicable a todas las áreas de trabajo de Pemex, incluidas las que por efecto constitucional están reservadas al Estado.
Que se anden con cuidado en ese punto advertirá a los eventuales contratistas (algunos de los cuales ya trabajan con la petrolera nacional) el Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo que no entró en receso una vez aprobada la reforma, como supusiera quien recuerde que se constituyó para evitar la privatización. Los ciudadanos que lo integran, con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, hicieron su postrer esfuerzo frente al proceso legislativo el martes pasado, pero no se retiraron a sus casas después de la aprobación.
Ese día el ex candidato presidencial, llamado por muchos Presidente legítimo, empleó las dos herramientas de que hasta entonces había dispuesto: la acción legislativa y la movilización social. En función de la primera, consiguió acceso a la Cámara de Diputados, donde pidió la devolución a comisiones -que los habían aprobado el sábado anterior- de los dictámenes que serían sometidos a votación en las horas siguientes. No era el momento ni el espacio (ni él la persona, puesto que no es diputado) para que formalmente el pedido pudiera prosperar, y no prosperó. Por ello, sin que se discutieran en lo particular los artículos reservados por el grupo perredista encabezado por Javier González Garza, la reforma concluyó en la tarde. No la interrumpieron, porque obviamente no se propusieron hacerlo, sino sólo estorbarla, los legisladores que subieron a la tribuna de manera simbólica, sin intentar impedir el trámite legislativo. En el desarrollo casi normal de toda la jornada tuvo un papel preponderante el presidente de la mesa directiva, el cenecista chihuahuense César Duarte, cuyas buenas maneras políticas no sólo permitieron hablar a López Obrador sino llevar a cabo la sesión sin aspavientos ni amagos.
Tras un balance preliminar a las afueras de San Lázaro, 48 horas después López Obrador trazó un nuevo curso y nuevas metas para esta porción del movimiento que encabeza. No abandona la defensa del petróleo, que daba nombre a su activismo reciente, pues protestará cuando la reforma se promulgue, vigilará la reglamentación y advertirá a los probables contratistas sobre el riesgo jurídico en que pueden incurrir, lo cual no importará a dichos empresarios, como no importó a quienes participan en el mercado privado de electricidad la zona legalmente minada en que actúan, pues la ley que se los permite es abiertamente contraria a la Constitución. Pero no se ancla allí.
La movilización se concentrará ahora en la defensa de la economía popular. Para uno de sus capítulos el ex jefe de gobierno capitalino buscará de nuevo el empleo simultáneo de sus dos instrumentos de acción política, pues pedirá que legisladores del Frente Amplio Progresista introduzcan 12 propuestas en el presupuesto de egresos de la Federación, las que serán entregadas pasado mañana en San Lázaro. Este nuevo giro no provocará en los grupos parlamentarios del PRD la reacción adversa que en materia petrolera hizo que se ahondara y descarara el distanciamiento de la mayoría con López Obrador, pero difícilmente generará en ellos entusiasmo ni menos adhesión mecánica a los lineamientos de su ex candidato presidencial.
Ése es un saldo adverso para López Obrador. Dejó de contar con la aquiescencia que, aun a regañadientes, le manifestaban senadores y diputados de Nueva Izquierda, la corriente que ahora domina el partido a despecho de las posiciones del líder ya no universalmente acatado. Esa pérdida o disminución de sus márgenes de acción se percibirá en el énfasis que pone en la movilización, que forma parte de sus convicciones profundas. Desde que entre 1996 y 1999 presidió el PRD, eligió entenderlo como un movimiento a cuya cabeza se colocó dejando la estructura partidaria en manos del secretario general Jesús Ortega, con consecuencias de largo plazo que ahora se han actualizado. Como quedó claro desde entonces, la combinación de gente en la calle y un partido ante las urnas (de donde deriva la presencia en el Congreso) es una fórmula eficaz cuya prosperidad política aumenta o disminuye según el grado de simbiosis entre sus partes.
La zanja abierta entre López Obrador y Nueva Izquierda se reflejará no sólo en la conducción del partido y el empleo de sus recursos, sino en la integración de las listas de candidatos a diputados para la elección del próximo año. A la cabeza de ellas, de no haberse ensanchado esa brecha, debía figurar el propio López Obrador. Ser diputado le permitiría dar impulso parlamentario a su causa, sin depender de acuerdos políticos en que la contraparte sopesa sus propios intereses. La idea de ser legislador seguramente repele al ex candidato presidencial, que no tiene buena opinión del Congreso (sobre todo desde que la Cámara de Diputados lo desaforó en 2005) pero concretarla lo dejaría en posición idónea pues al mismo tiempo encabezaría movilizaciones sociales e impulsaría tareas formales en la Cámara. Su fuerza en el debate legislativo contaría con un apoyo popular, y no sólo de sus electores, del que nadie podría ufanarse.
El deterioro de la economía, y sus cada vez más evidentes efectos en la mayoría de la población, explica la elección de ese fenómeno como nueva causa del lopezobradorismo. Derramada ya hacia la economía real la crisis financiera y bursátil soplan ya vientos de recesión, que afectan desde ahora a los sectores más vulnerables de la economía. Las empresas que enfrentan problemas de liquidez para cubrir sus obligaciones inminentes cuentan ya con el apoyo de la banca de desarrollo, súbitamente sacada de su marasmo para ese efecto. Pero la gran masa de los deudores tiene que valerse por sí misma. Por eso crece el índice de morosidad en los pagos de tarjetas de crédito y por eso disminuyen los índices de consumo, medibles respecto de la porción social que tiene acceso al crédito bancario pero menos conocido, aunque no menos agresivo, en las capas más anchas de la población que, de acuerdo con la fórmula de otro López famoso, viven "al día, de milagro, como la lotería".
Después de valorar la reforma, López Obrador anunció que, sin abandonar la del petróleo, emprenderá ahora la defensa de la economía popular. Lo hará sin el apoyo de Nueva Izquierda
Los autores de la reforma petrolera, obra colectiva que no admite paternidad individual, quedaron satisfechos con su obra. Los maximalistas del pro y del contra, en cambio, mostraron su insatisfacción. Algunos aplauden la concertación política que hizo posibles las enmiendas, adiciones y nuevas leyes en esa materia. Otros, en sentido contrario, la denuncian como simple argucia de políticos que privilegian la escenografía del acuerdo aunque la sustancia quede intocada. En el extremo se denuesta como traidores a quienes, en las filas del PRD, se sumaron al consenso y recibieron por ello el reconocimiento del presidente Calderón, cuya legitimidad no es admitida formalmente por el partido al que pertenecen los legisladores que dijeron sí a las reformas, aunque fuera una aprobación en cierto modo bajo protesta por la persistencia de resquicios y lagunas donde prevaleció el espíritu privatizador que animó los proyectos iniciales presentados desde Los Pinos en abril pasado.
El presidente Calderón, su secretaria de Energía, Georgina Kessel, y el director de Pemex, Jesús Reyes Heroles González Garza, se congratularon por el resultado de la reforma. Histórica, la llamó el Ejecutivo federal en mensaje de alcance nacional emitido la noche del martes 28, después de que en la Cámara de Diputados concluyó el prolongado proceso reformador. Sus dependientes desfilaron en los días siguientes ante algunos medios de comunicación para ufanarse del resultado. No lo hacen sólo de dientes para afuera. Si bien varios puntos medulares de sus iniciativas fueron eliminados o corregidos en la negociación parlamentaria, otros perduraron y servirán al propósito de atraer capital privado a la gestión petrolera.
Ése es el caso, por ejemplo, de la dilatada libertad de contratación que se otorgó a la empresa. Si bien desapareció la posibilidad de los contratos riesgo (que estuvieron vigentes durante cerca de un cuarto de siglo, hasta que los canceló el primer Reyes Heroles que dirigió Pemex), permanecieron los contratos incentivados, es decir con estímulos para que los contratistas ganen más de lo pactado inicialmente según su desempeño o resultado. Según una interpretación inicial de la autoridad, la figura es aplicable a todas las áreas de trabajo de Pemex, incluidas las que por efecto constitucional están reservadas al Estado.
Que se anden con cuidado en ese punto advertirá a los eventuales contratistas (algunos de los cuales ya trabajan con la petrolera nacional) el Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo que no entró en receso una vez aprobada la reforma, como supusiera quien recuerde que se constituyó para evitar la privatización. Los ciudadanos que lo integran, con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, hicieron su postrer esfuerzo frente al proceso legislativo el martes pasado, pero no se retiraron a sus casas después de la aprobación.
Ese día el ex candidato presidencial, llamado por muchos Presidente legítimo, empleó las dos herramientas de que hasta entonces había dispuesto: la acción legislativa y la movilización social. En función de la primera, consiguió acceso a la Cámara de Diputados, donde pidió la devolución a comisiones -que los habían aprobado el sábado anterior- de los dictámenes que serían sometidos a votación en las horas siguientes. No era el momento ni el espacio (ni él la persona, puesto que no es diputado) para que formalmente el pedido pudiera prosperar, y no prosperó. Por ello, sin que se discutieran en lo particular los artículos reservados por el grupo perredista encabezado por Javier González Garza, la reforma concluyó en la tarde. No la interrumpieron, porque obviamente no se propusieron hacerlo, sino sólo estorbarla, los legisladores que subieron a la tribuna de manera simbólica, sin intentar impedir el trámite legislativo. En el desarrollo casi normal de toda la jornada tuvo un papel preponderante el presidente de la mesa directiva, el cenecista chihuahuense César Duarte, cuyas buenas maneras políticas no sólo permitieron hablar a López Obrador sino llevar a cabo la sesión sin aspavientos ni amagos.
Tras un balance preliminar a las afueras de San Lázaro, 48 horas después López Obrador trazó un nuevo curso y nuevas metas para esta porción del movimiento que encabeza. No abandona la defensa del petróleo, que daba nombre a su activismo reciente, pues protestará cuando la reforma se promulgue, vigilará la reglamentación y advertirá a los probables contratistas sobre el riesgo jurídico en que pueden incurrir, lo cual no importará a dichos empresarios, como no importó a quienes participan en el mercado privado de electricidad la zona legalmente minada en que actúan, pues la ley que se los permite es abiertamente contraria a la Constitución. Pero no se ancla allí.
La movilización se concentrará ahora en la defensa de la economía popular. Para uno de sus capítulos el ex jefe de gobierno capitalino buscará de nuevo el empleo simultáneo de sus dos instrumentos de acción política, pues pedirá que legisladores del Frente Amplio Progresista introduzcan 12 propuestas en el presupuesto de egresos de la Federación, las que serán entregadas pasado mañana en San Lázaro. Este nuevo giro no provocará en los grupos parlamentarios del PRD la reacción adversa que en materia petrolera hizo que se ahondara y descarara el distanciamiento de la mayoría con López Obrador, pero difícilmente generará en ellos entusiasmo ni menos adhesión mecánica a los lineamientos de su ex candidato presidencial.
Ése es un saldo adverso para López Obrador. Dejó de contar con la aquiescencia que, aun a regañadientes, le manifestaban senadores y diputados de Nueva Izquierda, la corriente que ahora domina el partido a despecho de las posiciones del líder ya no universalmente acatado. Esa pérdida o disminución de sus márgenes de acción se percibirá en el énfasis que pone en la movilización, que forma parte de sus convicciones profundas. Desde que entre 1996 y 1999 presidió el PRD, eligió entenderlo como un movimiento a cuya cabeza se colocó dejando la estructura partidaria en manos del secretario general Jesús Ortega, con consecuencias de largo plazo que ahora se han actualizado. Como quedó claro desde entonces, la combinación de gente en la calle y un partido ante las urnas (de donde deriva la presencia en el Congreso) es una fórmula eficaz cuya prosperidad política aumenta o disminuye según el grado de simbiosis entre sus partes.
La zanja abierta entre López Obrador y Nueva Izquierda se reflejará no sólo en la conducción del partido y el empleo de sus recursos, sino en la integración de las listas de candidatos a diputados para la elección del próximo año. A la cabeza de ellas, de no haberse ensanchado esa brecha, debía figurar el propio López Obrador. Ser diputado le permitiría dar impulso parlamentario a su causa, sin depender de acuerdos políticos en que la contraparte sopesa sus propios intereses. La idea de ser legislador seguramente repele al ex candidato presidencial, que no tiene buena opinión del Congreso (sobre todo desde que la Cámara de Diputados lo desaforó en 2005) pero concretarla lo dejaría en posición idónea pues al mismo tiempo encabezaría movilizaciones sociales e impulsaría tareas formales en la Cámara. Su fuerza en el debate legislativo contaría con un apoyo popular, y no sólo de sus electores, del que nadie podría ufanarse.
El deterioro de la economía, y sus cada vez más evidentes efectos en la mayoría de la población, explica la elección de ese fenómeno como nueva causa del lopezobradorismo. Derramada ya hacia la economía real la crisis financiera y bursátil soplan ya vientos de recesión, que afectan desde ahora a los sectores más vulnerables de la economía. Las empresas que enfrentan problemas de liquidez para cubrir sus obligaciones inminentes cuentan ya con el apoyo de la banca de desarrollo, súbitamente sacada de su marasmo para ese efecto. Pero la gran masa de los deudores tiene que valerse por sí misma. Por eso crece el índice de morosidad en los pagos de tarjetas de crédito y por eso disminuyen los índices de consumo, medibles respecto de la porción social que tiene acceso al crédito bancario pero menos conocido, aunque no menos agresivo, en las capas más anchas de la población que, de acuerdo con la fórmula de otro López famoso, viven "al día, de milagro, como la lotería".
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