domingo, mayo 31, 2009

Cortázar inesperado

Rafael Pérez Gay

Leyendo Papeles inesperados (Alfaguara, 2009), de Julio Cortázar, el libro de textos póstumos que han editado Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga, he pensado en la posteridad, esa extraña forma en que el tiempo transforma a las personas y sus obras. La primera pregunta que deja la muerte como una sombra sobre las obras inéditas es la siguiente: ¿tiene sentido reunir y publicar los textos que en su momento un escritor decidió desechar por alguna razón que sólo él podría explicarnos? Que yo sepa, nadie ha regresado de la muerte para exponer esos motivos, por lo tanto nos quedan los hombres y las mujeres que estuvieron cerca del autor y que descubrieron en una cómoda la pila de textos olvidados. Como espíritus, esos editores pareciera que se comunican con el escritor y nos transmiten sus deseos desde el más allá. Cualquier cortazariano me dirá que estoy loco, pero no sé si traer de las tinieblas a Cortázar agregará algo a su obra extraordinaria o servirá solamente para vender miles y miles de libros. ¿Cambiaremos nuestra opinión del autor de El Perseguidor?, ¿mejorará Rayuela leyendo un capítulo separado de la versión final? No. Entonces más bien parece que estamos ante una edición para coleccionistas de esos que son capaces de leer y guardar hasta las notas de la tintorería de su autor favorito.

Me gustaría leer una reseña de Papeles inesperados que cruzara en su lectura los inéditos con los libros que el autor quiso dar a la imprenta y nos dijera si al cabo del tiempo los textos póstumos podrían añadirle valor al libro publicado. Puedo adelantar que en el caso de Historias de cronopios y de famas, sus antiguos lectores no nos perdimos de nada, los textos recuperados vienen desde luego de la mano de Cortázar, pero nada más. Más difícil sería establecer esa misma relación con los textos que quedaron fuera de Un tal Lucas, una de las obras de Cortázar que nunca supe apreciar y que al leer las escenas recuperadas me han gustado tanto que volveré a él. El fragmento de El libro de Manuel es apenas un apunte sin importancia, un libro de Cortázar que, por cierto, no me interesa visitar de nuevo.

Papeles inesperados contiene una serie de autoentrevistas, un banquete sobre Último round, El libro de Manuel, la situación cubana en 1980. También hay poemas. Algunos amigos poetas desestiman la poesía de Cortázar, pero a mí siempre me gustó; algo cotidiano, un tanto descarado, me atrajo siempre en sus líneas inspiradas. La pregunta más importante para los lectores de estos Papeles será si hay en sus páginas un libro de cuentos que Cortázar fue escribiendo a través de los años y poniendo por diversas razones en el cajón hasta que lo sorprendió la muerte.

Hace 25 años murió Cortázar y con este libro entre las manos he recordado, como un fogonazo, el tiempo en que Guillermo Schavelzon encabezaba la editorial Nueva Imagen. Él era su editor en México, y yo el corrector, redactor de las contraportadas, quien proponía las imágenes y al final cuidaba la edición completa. Cuando publicamos Salvo el crepúsculo, Cortázar vino a México y a las oficinas de la editorial. Una mañana, Schavelzon abrió la puerta de mi despacho y detrás de él venía el enorme escritor. Después de las presentaciones del caso, Cortázar me dijo: “Cuando nace uno de nuestros hijos siempre agradecemos al médico que lo haya traído vivo al mundo. De modo que aquí estoy para darte las gracias. Espero que nos veamos en Cocoyoc”. Antes de que se fuera me apresuré a decirle que por desgracia había encontrado cuatro erratas en la flamante edición, les recuerdo que no había computadoras, se capturaba y luego se pegaban las páginas en unos cartones sobre los cuales se corregía. Cortázar respondió: “Un recién nacido sin lunares sería inhumano”.

No sabíamos que unos meses después la muerte vendría a recogerlo, pero yo escribí en un cuaderno esas palabras que ahora desempolvo en honor de aquellos años en que éramos, a nuestros 27, simplemente invulnerables.

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