sábado, mayo 23, 2009

La cuarta crisis

René Delgado

Ansiosos por separar la realidad del deseo electoral, los partidos -en particular Acción Nacional- incuban lo que podría ser la cuarta crisis del año: la crisis política.

A las crisis criminal, económica y sanitaria, los partidos quieren sumar la crisis política que, de tiempo atrás, el régimen arrastra. En esa dirección caminan partiendo del sofisma de que la elección nada tiene que ver con la circunstancia nacional y, por lo mismo, pueden prometer horizontes distintos a los que se perfilan. Exponen sus aspiraciones sin reconocer el terreno por donde caminan y, pasada la elección, el desencuentro ciudadano con los partidos tendrá la forma de un abismo.

Ajeno al momento electoral, Agustín Carstens ya abrió la baraja del juego en puerta: más impuestos, mayor endeudamiento y reducción del gasto. Cartas con las que se jugará no necesariamente de manera opcional sino en forma conjunta y combinada para tratar de tapar el agujero presupuestal del año entrante. Ya lo dijo el hombre que lleva las finanzas pero, aun así, los partidos aseguran que, de elegirlos, el paraíso es la próxima estación de parada.

Si en los próximos días los partidos -en particular Acción Nacional- no replantean la campaña y ponen los pies en la tierra que, después, no se quejen de que la ciudadanía les está moviendo el tapete.

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Obviamente a ningún partido y menos en temporada electoral le gusta hablar de más impuestos, de más deuda, de más desempleo. Pero, por lo dicho, para allá va la realidad nacional y, entonces, la disonancia de la campaña electoral con el panorama previsto por el calderonismo puede constituir un ruido semejante al estallido. Tamaño desencuentro alimentan los partidos.

El PRI asegura que a los ataques responde con propuestas, pero de impuestos no quiere hablar. El PRD, que al parecer ha hecho del Tío Gamboín su filósofo político -al menos eso parece Jesús Ortega con su sobrinita-, hace sentir que si cuenta con el voto ciudadano no resta más que tirarse en la hamaca y esperar más educación, más empleo... Y el PAN, el pobre PAN, creyendo que impulsa una campaña agresiva con sus adversarios, en los hechos impulsa una campaña evasiva ante su electorado: no hay crisis, hay unos cuantos malosos que hay que derrotar, eso es todo. Eso sin hablar del PVEM, que finca en la mentira, el agravio y el engaño el rentable negocio de sus prerrogativas.

En la lógica de la campaña electoral, el crimen organizado, la recesión, la influenza y el desempleo no existen. Son, cuando mucho, leyendas de las que la gente habla pero nada tienen que ver con la elección. La elección, según los partidos, está muy por encima de esas frivolidades que tanto distraen al electorado.

Juegan los partidos a divorciar la realidad de su ambición sin advertir que, a la vuelta de los días, más allá del resultado electoral que obtengan, estarán elaborando la medicina amarga que, a la postre, le recetarán al electorado que le prometieron llevar gratis al paraíso. Agrandar la distancia entre los partidos y la ciudadanía podría terminar por ser el detonante de una crisis combinada, donde el descreimiento popular sobre el Ejecutivo y el Legislativo podría constituir una invitación a la revuelta sin destino.

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Algo de lo que ahora se está viendo, el país lo experimentó en la elección intermedia de 1997.

El gobierno zedillista tenía plena claridad, aun antes de la elección, del tamaño del agujero económico que la banca obsequió al país y, sin embargo, guardó para después de la elección la decisión de crear el Fobaproa. No quería golpear electoralmente a su partido, el PRI, y entonces postergó lo que, en su concepto, la realidad le exigía hacer. El resultado fue terrible: el PRI igual perdió la mayoría absoluta y, luego, el Fobaproa dejó mal parado al gobierno. Tan mal que, tres años después, desocupó la residencia oficial de Los Pinos.

Hoy, la administración calderonista tiene plena claridad, aun antes de la elección, del tamaño del agujero presupuestal que trae. Si juega a postergar la decisión de recetar la medicina amarga, creyendo que así pone a salvo electoralmente a su partido, puede seguir los pasos del PRI: disminuir su presencia parlamentaria y, luego, dejar Los Pinos. Todo, desde luego, con cargo al país.

Ya se vio una vez cómo, por razones electorales en favor del partido en el gobierno, se sacrifica al país. Repetir esa experiencia puede profundizar aún más la crisis política y combinarla con las otras crisis.

El pasto está muy seco como para venir a decir que la elección se juega en un campo de golf.

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Se entiende, desde luego, que -en temporada electoral- los partidos se presenten como mercaderes de ilusiones pero, estando las cosas como están, exagerar la magia de su oferta puede llevar a una desilusión difícil de gobernar después.

Es utópico pensar en la conveniencia de colocar la realidad con toda su complejidad al centro de la campaña electoral, aún así no estaría de más ensayarlo. Si, después del 5 de julio, se van a aplicar más impuestos, va a crecer la deuda y van a despedir burócratas, más vale meterle inteligencia y creatividad al asunto para no perder la oportunidad de darle dirección a una política económica de ese corte.

Si bien los diagnósticos de Agustín Carstens ya no gozan de la credibilidad que antes tenían, el responsable de las finanzas ya dijo qué medicina va a aplicar pero no ha dicho la dosis ni cuándo hay que iniciar el tratamiento. ¿Frente a eso no tienen postura los partidos? ¿Creen, en verdad, en las ilusiones que ofertan como su mejor mercadería? ¿Pueden tapar la realidad con un spot?

Salvar en esos términos la elección para darle paso a una crisis política es un contrasentido que, a la postre, hará evidente que la democracia que proponen no vale lo que cuesta.

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Puede Acción Nacional disfrutar de su sopa de letras antes de recetar la medicina amarga que trae como platillo fuerte. Puede el Revolucionario Institucional jugar a aguantar vara frente a la ofensiva panista para, después, aliarse a él e ir a la farmacia donde surte sus recetas el doctor Carstens. Puede la Revolución Democrática jugar a cocinar otro partido con su sobrinita, mientras el país se desmorona. Puede el Verde proponer una iniciativa para comprar sillas eléctricas para los secuestradores que ni siquiera llegan a juicio.

Pueden los partidos -en particular Acción Nacional- seguir evadiendo la realidad y preparando la cuarta crisis del año, pero lo que ya no pueden confundir es el funeral con la fiesta de la democracia.

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