jueves, junio 03, 2010

Ganarle al PRI (en 8 pasos)


Sabina Berman


1.

MÉXICO, D.F., 2 de junio.- Hay que ganarle al PRI. Lo primero es reunir la convicción de que hay que ganarle al PRI porque el PRI significa el retorno de nuestro pasado. Los métodos predemocráticos disfrazados de democracia. Clientelismo. Complacencia con la corrupción. Cacicazgos. Demagogia. La negociación eternamente suplantando a la justicia. Y ¡ah!, esos insoportables discursos en prosa poética desasidos de lo real.

Sí, el PRI, más que un partido, es un estado nublado de la conciencia: la simulación suplantando el acceso a la realidad y así impidiendo a la inteligencia reinventarla. Otra vez: El PRI es nuestro pasado y es también, porque no acaba de irse, lo que nubla el paso a nuestro futuro.



2.

Pero ¿cómo ganarle al PRI?

Los estrategas del PAN y el PRD se han arremangado las camisas y se han sentado a pensar juntos y han topado con la aritmética. Han decidido sumar presupuestos y electores duros en varias de las 12 elecciones estatales que culminarán este 4 de julio.

Y, sin embargo, su triunfo no depende de la aritmética: no son los electorados duros de los partidos los que deciden las elecciones. Su triunfo, por tanto, pasa por etapas más complejas: las que respondan, o no, a las dudas que se desprenden naturalmente de su coalición.



3.

¿Cómo han elegido a su candidato único? ¿Ha sido un método democrático en el que sus bases estuvieron de acuerdo? ¿O el candidato fue impuesto desde las cúpulas, al puro estilo priista?

Ya se ve en algunos estados, como en Tlaxcala, que la imposición del candidato único desde las cúpulas no mantendrá unidos a electorados duros tan dispares.



4.

¿Y cómo atraer a los votantes sin partido fijo? Es decir, a la mayoría. ¿Cómo atraer, en especial, a los jóvenes menores de 30 años, para los que el PAN es lo viejo y el PRI lo ignoto? ¿Cómo entusiasmar a los que no vivieron o no recuerdan ya la medianía de la forma priista de gobernar?

Decirles que el PRI es malo porque sí, no sirve. Decirles que el PAN o el PRD han gobernado mejor, exige pruebas.

En Mérida las frases que rondaban a los votantes libres el día de la votación fueron dos. Una cínica, la otra más cínica. “El PRI es igual de corrupto, pero más eficaz”. “El PRI distribuyó más despensas”.

Por eso, otra pregunta: ¿El candidato único inspira la confianza y la imaginación de los jóvenes y los no afiliados a un partido? ¿Es capaz de despejar el cinismo que marca nuestro tiempo?

Véase la alegría en las campañas de Xóchitl Gálvez en Hidalgo y de Gabino Cué en Oaxaca: ahí la respuesta es sí.



5.

Otra preguntita, acaso de mayor peso: ¿y merece el candidato tal confianza?, ¿merece que se le suponga dotado para propiciar mejores tiempos?



6.

Y más allá de declararse a sí mismos como “los que no somos el PRI”, ¿pueden los panistas y los perredistas afirmar lo que juntos sí son?

Más allá de saber ganar una elección, más allá de saber lograr el poder por el poder, ¿pueden describir juntos un horizonte hasta el cual avanzar?



7.

En 2005, dos partidos alemanes, el conservador y el socialdemócrata, se toparon con la anterior pregunta al intentar un cogobierno. Esto hicieron para responderla. Los delegados de ambos partidos se encerraron a piedra y lodo durante cinco semanas a cribar sus proyectos políticos.

Primero trabajaron en sus discrepancias. ¿Qué era sólo aparentemente distinto en ellos? ¿Qué sí era distinto e irreconciliable? ¿Qué se podía posponer, poner aparte, durante un gobierno conjunto? Luego pasaron a imaginar un gabinete. ¿Cuáles eran sus mejores hombres y mujeres para presidir qué ministerios? Y por fin se preguntaron lo importante. ¿Qué metas grandes y generosas y viables podían unirlos y, tras ellos, a una generación de alemanes?

De esa reunión, de ese trabajo político e intelectual arduo y severo, surgió el gobierno encabezado por Ángela Merkel, que avanzó a Alemania a la vanguardia de Europa.

¿Soportarían un trabajo de introspección semejante nuestros perredistas y nuestros panistas?

La pregunta no está conjugada en presente, porque esto ya no sucedió en estas elecciones estatales.



8.

Pero a nadie escapa que las coaliciones de hoy son un ensayo de una estrategia posible en el año 2012, cuando los mexicanos elijamos a un nuevo presidente de la República. También entonces, posiblemente, se sostenga como única opción para el PAN o para el PRD una coalición que pueda ganarle al PRI.

Al PRI engallado, enriquecido con los presupuestos de la mayoría de los estados, e igual de predemocrático que antaño.

Y entonces, en el 2012, como hoy, estas volverán a ser las preguntas de las que dependa el triunfo de una coalición: ¿El candidato único une o separa a los electores duros? ¿El candidato único captura la imaginación de los votantes jóvenes y los votantes libres? ¿Pueden los dos partidos que no son el PRI planear juntos un horizonte de verdad post-priista? ¿Bajo el signo de la justicia son capaces de elegir las mejores personas y las metas más generosas para un co-gobierno?

Si no pueden, desde el punto de vista de esta ciudadana, no importa si el PRD y el PAN se unen: gane el PRI o ganen ellos, ganaría el PRI.

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