Andrés Oppenheimer
MIAMI.- Desde Alaska hasta la Patagonia, los defensores de los matrimonios entre personas del mismo sexo conquistaron victorias legales en varios países en los últimos días. Y apostaría que -pese a la intensa oposición de la Iglesia Católica- las bodas gay serán legales en la mayoría de los países del continente más pronto de lo que muchos creen.
La Corte Suprema de México dictaminó, el 5 de agosto pasado, que la ley aprobada hace seis meses en Ciudad de México que autoriza las bodas entre personas del mismo sexo es constitucional. Cinco estados mexicanos han aprobado recientemente leyes que permiten matrimonios entre homosexuales, y se espera que el fallo de la Corte allane el camino para que varios otros hagan lo mismo.
El 4 de agosto, una corte de San Francisco anuló la prohibición de los matrimonios gay en California. Lo más probable es que el caso sea apelado y llegue a la Corte Suprema, que decidirá si los homosexuales tienen el derecho constitucional a casarse en todos los estados de Estados Unidos. Los matrimonios gay ya son legales en Massachusetts, Connecticut, Iowa, Vermont, New Hampshire y Washington DC.
El 21 de julio, la Argentina se convirtió en el primer país latinoamericano que legalizó los matrimonios entre personas del mismo sexo. Proyectos similares ya han sido presentados o están en proceso de presentarse en Chile, Perú, Colombia y otros países de la región.
Los obispos de la Iglesia Católica han catalogado las bodas entre personas del mismo sexo de "abominables", arguyendo, entre otras cosas, que la Biblia dice "creced y multiplicaos", y que uno de los objetivos esenciales del matrimonio es la procreación. Asimismo, muchos sacerdotes dicen que la legalización del matrimonio gay establecería un peligroso precedente, y que los homosexuales podrían adquirir los mismos derechos a la herencia y seguros médicos mediante otro contrato legal como la unión civil.
¿Dónde está el límite? Con este precedente, muy pronto podríamos tener matrimonios entre tres, cuatro o 25 personas, o matrimonios entre personas y animales, me dijo el sacerdote católico y profesor universitario de bioética Alfred Cioffi. "Forzar la legalización del matrimonio gay es destruir el concepto del matrimonio", señaló.
Los defensores del matrimonio gay responden que la práctica no es nada nueva y que en la Biblia hay varios fragmentos que exigen igualdad y justicia que contradicen la postura que se opone a los matrimonios del mismo sexo.
En cuanto al argumento de que el matrimonio gay establece un precedente peligroso, sus partidarios responden que los opositores a los matrimonios interraciales tenían el mismo argumento antes de que la Corte Suprema los legalizara en 1967. Desde entonces, blancos y negros se han casado entre sí sin mayores problemas.
En lo referido a la adopción de chicos, los defensores dicen que no hay estudios científicos que demuestren que los hijos adoptados por gays tengan mayor propensión que otros a ser homosexuales.
Mi opinión: el matrimonio gay es una tendencia imparable, no tanto por consideraciones éticas, sino por motivos económicos. El turismo gay constituye alrededor del 15% del mercado turístico mundial, según estimaciones, y pocos países perderán la oportunidad de atraerlo.
La secretaria de Turismo de México, Gloria Guevara, me dijo la semana pasada que los gays gastan más dinero en vacaciones que los heterosexuales y que su país busca activamente ganar ese mercado. El turismo gay norteamericano, por sí solo, consiste en 6500 millones de dólares anuales, agregó.
No resulta sorprendente que luego de aprobada la ley en la Argentina, Ciudad de México ofreciera un viaje gratis a la capital mexicana a la primera pareja gay argentina que se casara. La competencia por el mercado del turismo gay ya se ha desatado, y nada la detendrá.
Como suele ocurrir, lo que empezó como una cruzada por los derechos civiles terminará imponiéndose por razones económicas.
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