Enrique Dussel*
¿Quién se hubiera imaginado hace sólo un mes que el legendario Egipto, referencia necesaria al mito libertador de los esclavos (tan estudiado por Enst Bloch) bajo el dominio despótico de los faraones que inauguraron su reinado hace 50 siglos, nos darían hoy un ejemplo entusiasta de nueva rebelión? Los poderes geopolíticos metropolitanos, los potentados reunidos en Davos, los cínicos con máscaras de demócratas, deben ponerse de acuerdo para elaborar un cierto discurso que oculte su confusión y temor ante un pueblo que despierta. ¡Tanta propaganda de que eran los defensores y difusores de la democracia en el mundo, cuando ahora se les descubre la cloaca del apoyo a dictaduras violentas que eran alabadas por ellos simplemente porque apoyaban su estrategia! En realidad, como siempre enseñó Henry Kissinger, se trataba de promover los intereses económicos y geopolíticos de Estados Unidos bajo el disfraz de principios normativos (en cuanto coinciden con dichos intereses, por ejemplo, de obtención segura de hidrocarburos). Cuando el pueblo palestino eligió democráticamente a Hamas, decretaron que no eran aceptables democráticamente los elegidos, cuando las verdadera razones fueron el tener Hamas proyectos en favor del pueblo palestino pero contrarios a los intereses de dominio de las potencias. Ahora se descubre que los que apoyaban sus intereses eran dictadores. El Departamento de Estado y la Unión Europea debe consultar a sus aliados (Turquía, Israel, etcétera) para ver cómo salir de este entuerto.
¿Qué estamos contemplando en esta "revolución del jazmín", cuyo perfume gozoso de la libertad se va extendiendo por el Magreb e invade ya otros países musulmanes? En primer lugar, que la foto de los creyentes de rodilla orando como no-violentos enfrentando a los tanques cambia la imagen que nos impone la mediocracia del "musulmán terrorista", y la relaciona con la del joven chino que con una flor miraba de frente el tanque en Beijing. En segundo lugar, estamos contemplando un "estado de rebelión" que se está generalizando en el mundo musulmán.
Carl Schmitt, para criticar el "estado de derecho" liberal puramente legal y vacío, sin convicción subjetiva sustancial del ciudadano, propuso repensar el "estado de excepción", para mostrar que el primero, que se encuentra dentro de un sistema de legitimación como la estructura democrático-legal, estaba fundado en una "voluntad" (en último término del pueblo, pero en el caso de Schmitt sin expresión institucional consistente) que podía dejar al orden legal sin efecto en casos de extrema necesidad (como la institución de la "dictadura" en el imperio romano). La "voluntad" (del gobernante con autoridad y del pueblo) está "detrás" de las leyes, dándole un fundamento. Lo que Schmitt no imaginó, y Giorgio Agamben lo sugiere sin extenderse como sería conveniente, es que, por su parte, el propio "estado de excepción" puede ser dejado sin efecto, pero en este caso por el pueblo mismo, como única sede, y última instancia, del poder político1. Estos nos recuerda aquel 20 de diciembre de 2001 en el que el pueblo argentino no respetando el "toque de queda" decretado por el gobierno salió a las calle y de hecho depuso a Fernando de la Rúa. Gritaba el pueblo: "¡Que se vayan todos!" Las instituciones habían perdido legitimidad y el pueblo se lo recordaba a los representantes que corruptamente habían pretendido ejercer el poder delegado, pero a su servicio. De ese levantamiento surgió el gobierno de Néstor Kirchner que alcanzó mayor legitimidad. Se trata del mismo caso ahora en Egipto.
El "estado de rebelión" es un acto supremo por el que un pueblo manifiesta legítimamente (contra la legalidad presente y ante toda la futura) que las instituciones (y las leyes) por él instauradas han dejado de tener efecto por alguna causa grave (corrupción extrema, despotismo contra la voluntad del pueblo, violencia en sumo grado, etcétera). En la filosofía islámica-medieval hasta se justificaba el tiranicidio (como en el caso de Tomás de Aquino), es decir, la muerte del tirano. Lo mismo expresaba John Locke en el capítulo 19 del Segundo Tratado sobre el Gobierno.
El pueblo entonces aparece como el actor colectivo, no metafísico sino coyuntural, como un "bloque" social de los oprimidos (diría Antonio Gramsci) pero ahora con conciencia política, con un como "hiper-poder" renovado que estaba debajo del silencio sufriente y aparentemente paciente, un poder que de pronto irrumpe desde abajo en la praxis de liberación ante la dominación ya insoportable, que lanza las instituciones fetichizadas a aire como cuando expande la lava el volcán en erupción.
Esos jóvenes ninis egipcios (aunque ya estudiaron tienen aún más conciencia cuando no tienen trabajo ) salen a las calles, arriesgan sus vidas (que de todas maneras desprecia el sistema capitalista dependiente del Estado corrupto y represor de Egipto sumiso a Estados Unidos y no solidario con los palestinos) por todo el pueblo, y no pareciera que darán un paso atrás porque la situación económica, política y cultural es angustiante.
Pero la lección que no está dejando este "estado de rebelión" generalizado en el mundo musulmán, nos habla de un nuevo momento en la política del Medio Oriente. Estados Unidos e Israel tendrán que dejar sus políticas fundamentalistas y violentas, militaristas, para abrirse sinceramente a una actitud democrática, despojándose de las cínicas palabras a que nos tienen acostumbrados, y que Wikileaks se encarga de revelar para su enojo; auténtica política democrática que, de seguro, les será muy difícil de implementar, porque no tienen ninguna tradición diplomática en ese sentido.
1 Véase el tema en mi obra 20 tesis de política, Siglo XXI, México, 2006, tesis 2, es la potentia.
* Filósofo emérito de la UAM
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