Bernardo Barranco V.
MÉXICO, D.F., 9 de junio.- En pleno siglo XXI, las campañas electorales en el Estado de México siguen los rituales y las viejas fórmulas de los actos proselitistas placeros de los años cincuenta del siglo pasado. En poco más de dos semanas, se han estado recreando los viejos protocolos del acarreo, los montajes, la repartición de dádivas, la exaltación de los candidatos, los discursos acartonados, las promesas convencionales y, sobre todo en el caso del PRI, un desmesurado y ostentoso despliegue propagandístico.
Las campañas no han prendido entre la población. Iniciaron el lunes 16 de mayo, según las encuestadoras, con una amplísima ventaja para Eruviel Ávila, quien cuenta con todo el apoyo del aparato electoral del PRI y del gobierno. Es decir, el aparato de estado se reconfigura en un aparato electoral, ahora fortalecido con el imponente apoyo del sector del magisterio y la sombra de la maestra Elba Esther Gordillo.
Prima el derroche de recursos. La Coparmex del Estado de México calcula que cada voto mexiquense cuesta más de 60 dólares. Las dos coaliciones y el PAN cuentan con un financiamiento público para campañas de 431.6 millones de pesos, al cual podrán sumar las aportaciones privadas siempre y cuando no rebasen el tope fijado en 203.8 millones de pesos. Se calcula que los partidos gastarán cerca de 9 millones de pesos diarios en los 45 días que duren las campañas. La propaganda electoral y las imágenes de Eruviel Ávila son omnipresentes y aparatosas en todos los rincones de la entidad mediante espectaculares, vallas, bardas, pendones, propaganda en camiones, combis, móviles, videos y perifoneo. Pero ya están en ruta impugnaciones por rebasar los topes de campaña, que el Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) deberá resolver. La oposición reclama derroches, soberbia, violaciones al Código Electoral. Aunque jurídica y técnicamente el órgano electoral está capacitado y obligado a manifestarse como árbitro ante una percepción generalizada de dispendios electorales, surge la duda de si políticamente acceda a hacerlo, dado que la Comisión de Acceso a Medios está dominada por la presencia de tres consejeros de cuota priista.
Los cerca de 270 mil spots que acompañarán el conjunto del proceso electoral mexiquense pueden ser un factor de saturación. Cada cuatro minutos los mexiquenses ven y escuchan una pieza de propaganda política. Este tsunami puede ser contraproducente porque los spots realzan la figura de los candidatos y empobrecen las propuestas. A través de las imágenes, el sonido, las piezas de música pegajosa, la exaltación, se realza la emoción y se expande la dimensión subjetiva, lo que puede inhibir la determinación racional de la intención del voto que se sustenta en los proyectos, plataformas y propuestas de los candidatos y partidos. En las redes sociales los tres candidatos han invertido poco, movilizando a un número relativamente bajo en Facebook y Twitter.
Eruviel es el candidato que piensa en grande con ideas cortas. Funciona bien en ambientes controlados. Al placear electoralmente promete y promete. Ante notario registrará 6 mil mini-promesas de campaña. Tuvo desplantes de ofrecer plazas de trabajo y autos como premios a sus promotores (por cierto, una falta al Código Electoral que ha pasado de noche a las autoridades). Eruviel Ávila viene de abajo. Intencionalmente evoca la actitud de Luis Donaldo Colosio, quien exaltaba el esfuerzo como su principal virtud. Se le percibe bien arropado, más por la estructura de su partido que por los grandes personajes del priismo. Pese a la ventaja que le otorgan diferentes casas encuestadoras, no escatima recursos para promocionarse en eventos masivos utilizando helicópteros como medios de transporte, y rehúye multiplicar los debates. Sobre todo, a raíz de que fue severamente zarandeado por Luis Felipe Bravo Mena en el encuentro convocado por la periodista Denise Maerker.
Alejandro Encinas tiene una enorme virtud como candidato. Es un político respetado, cualidad rarísima y en vías de extinción entre la clase política. Tuvo el talante requerido para unir a los principales líderes y corrientes del PRD, aunque fuera para la foto. Sin embargo, a pesar de un ligero repunte, su campaña aún no ha tomado la altura ni la intensidad necesarias para amenazar realmente al puntero. Sobre todo, tiene en contra el estrecho margen de tiempo. Puede estar pagando una doble factura: haber dado la espalda a la consulta ciudadana, y su registro como candidato bajo la duda acerca de su residencia; pasó, pero fruto de acuerdos políticos que franquearon la legalidad. Aparentemente relajado, se presenta como un candidato con experiencia de gobierno aunque a veces exagera en auto-referencias de éxito al frente del Gobierno del DF. Diversos sectores le piden una campaña más agresiva y crítica, así como proyectar la imagen de un líder político con tamaños para trastocar los privilegios y la corrupción del sistema en el poder.
Luis Felipe Bravo Mena es un candidato que luce más veterano de lo que es. Heredero de un viejo catolicismo teocrático, su estrategia de campaña se ha centrado en reiteradas críticas al desempeño de Enrique Peña Nieto y en los valores cívicos y morales. Se puso en evidencia el escaso apoyo que inicialmente tuvo de su partido a nivel nacional. Es un hecho que su campaña no ha levantado y ha soportado lamentables incidentes de intolerancia política, como agresiones de enardecidos sectores del SME. Después de dos semanas, su porcentaje ha bajado. Aunque el propio Luis Felipe lo niegue, crecen los rumores de una posible declinación a favor de Alejandro Encinas. Se habla también de reuniones de los presidentes estatales del PRD, Luis Sánchez, y del PAN, Octavio Germán, otrora entusiastas aliancistas, barajando hipótesis. El escenario se presta.
Las declaraciones van subiendo de tono. Hasta ahora no hay guerra sucia abierta. Se han producido algunos incidentes, y la atmósfera se va calentando más cada día. Habrá dos debates que serán importantes. El primero se realizará el 8 de junio, y el segundo, el 22. Está latente el advenimiento de la guerra sucia; es un recurso político repugnante, pero ha dado resultados en diversas campañas. Pueden presentarse escándalos, difamaciones, rumores y hasta encono que enrarezcan la atmósfera cívica que debe prevalecer en las contiendas electorales. Finalmente, las campañas pondrán a prueba las fortalezas y las debilidades de los partidos de cara al 2012.
Andrés Manuel López Obrador está arrinconando al PAN hasta la tercera fuerza, tendencia que puede replicarse en la elección federal del próximo año. Para Peña Nieto más que para el PRI, lo importante no sólo es ganar, sino cómo ganar. El PAN tendrá que cargar la tendencia a la baja. Con la creciente imagen deteriorada del gobierno de Felipe Calderón, la pregunta es si Bravo Mena claudicará. Hasta ahora el proceso electoral no ha contagiado. Imperan las campañas sin propuestas de fondo, las dádivas y la simulación, los órganos electorales sumisos y, sobre todo, el grotesco despilfarro de recursos económicos. Si las elecciones del Estado de México, ahora regresivas, son el laboratorio del 2012, entonces muy poco podemos esperar.
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