Carles Duarte
I
Somos de barro y de olas.
Atravesando continentes
esculpidos por la luz
provenimos de un tiempo lejano.
Llevamos en los ojos un largo camino de sueños
desde un pasado de lucha y de dolor;
ansiamos un futuro generoso de horizontes.
Antiguas manos perviven en las nuestras,
hace siglos que miramos el mismo mar
y reescribimos tenaces las generaciones.
Guardamos en la memoria un atardecer que se desangra,
la sandía en los labios, el tronco del olivo,
el abrazo del viento, el vuelo ágil del vencejo.
El beso del aire enciende nuestras pieles
y nos unimos a otras vidas para celebrar la nuestra,
hechos de alegría y lágrimas, de la tierra somos.
Sentimos el paso del tiempo como un vértigo
el perfume de la lluvia entre los árboles,
las voces del río que desciende entre los juncos
De pie sobre la roca
hemos visto la nieve de las cumbres,
la arena de los desiertos.
Miramos la noche,
el origen,
el abismo del olvido de la ausencia.
Somos un gesto compartido.
II
Cierras los ojos, abres los ojos del sueño.
El silencio de la noche enciende la luz del alba.
Se adormece el cielo y escribes la esperanza.
Imaginas paisajes y nuevos rostros
y añoras a los que has de abandonar.
Demueles la casa donde has vivido.
Llevas un bagaje de aromas y miradas
en la maleta que has llenado de ilusiones.
Te ves en la mirada del que ha sido,
al cual perderás cuando emprende la aventura.
Cargas la herida abierta del pasado,
dolor y coraje, el anhelo de dejar rezagada
el hambre y la pobreza, y aquello que ignoras.
Posees el vestido de la incertidumbre.
Reescribes tu destino. Renaces.
Te sientes un árbol que empieza a caminar.
III
Lo has comprendido, el corazón te impulsa al viaje.
El mar verde de cristal deviene inhóspito,
la tierra roja se torna escarpada y rugosa.
La muerte camina contigo:
no hay sino dolor
y desgarramiento.
Todo es esfuerzo y adversidad
no hay cobijo
sino un oleaje inmenso
que, frágil, te arrastra.
Mientras el cielo agoniza,
la noche inunda el mar
y el mundo va enmudeciendo
un otro tú palpita tercamente.
Reanudas tu trayecto,
avanzan fatigados
tus pies, tus brazos
en medio de la quietud del aire.
Se borran las huellas.
Tus manos extrañan otras manos.
Crece en ti el gesto de otras miradas.
No has comprendido:
la vida es descubrimiento
y retorno
y ahí comienzas a reconstruirte.
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