lunes, enero 12, 2009

Los vecinos de Gomorra

Juan E. Pardinas

No tengo certeza absoluta sobre la historia que me dispongo a narrar. Sin embargo, tengo plena confianza en la persona que me describió el siguiente episodio de terror. En una ciudad del norte de México, una organización criminal organizó un desayuno de negocios. La cita no ocurrió en una guarida secreta, sino en un hotel de lujo. Los convocados al almuerzo son los principales ajustadores y directores de agencias de seguros de la ciudad. Dos invitados al almuerzo matutino no llegaron a la cita. El desayuno se retrasa, mientras el par de ausentes son sacados de sus casas por la fuerza. A punta de amenazas se completó el quórum con todos los invitados. El líder de la organización criminal le anunció a los asistentes: "de ahora en adelante, todas las decisiones importantes de pagar o no pagar un seguro deberán ser consultadas con nosotros".

En diciembre pasado, 600 médicos en Ciudad Juárez salieron a protestar con el rostro cubierto en contra del crimen organizado. En un solo mes se reportaron en esta ciudad 12 secuestros de trabajadores de la salud y el cierre definitivo de 17 consultorios y seis clínicas particulares (Reforma, 13/XII/2008). Si quieres ser médico en Juárez y vivir en paz, tienes que pagarle un impuesto al crimen organizado. El lucrativo negocio de la extorsión extrae rentas sobre el miedo, cobra una mensualidad a cambio de no convertir tus pesadillas en realidad.

Gomorra es el nombre de una ciudad bíblica y el título de un libro del periodista italiano Roberto Saviano. El texto se lee como novela de Mario Puzo, pero es en realidad un reportaje escrito en primera persona. El relato es la biografía de una ciudad dominada por la mafia. Saviano mezcla episodios de su existencia cotidiana con la vida de Nápoles bajo la Camorra. Lo más impresionante del libro no son las ejecuciones y las escenas espeluznantes de violencia, sino la manera en que la mafia se infiltra en toda la estructura económica y todas las fibras del tejido social. El crimen no es el aceite que permite funcionar el motor de la economía. El crimen es el motor mismo.

La mafia napolitana no sólo se dedica al tráfico de personas, la venta de drogas y la extorsión, también tiene un pie en el negocio de la moda, el periodismo, los bienes raíces y la construcción. Sus intereses económicos van desde la venta de heroína hasta una fábrica de quesos. La mafia se dedica por igual a la explotación de inmigrantes ilegales que a la administración de una clínica de salud privada. La línea divisoria entre la economía legal y el crimen organizado es tenue, a veces borrosa e indistinguible. En una escena del libro, Saviano describe el oficio de los pali, unos jóvenes que se apostan todo el día, con un teléfono celular, a las afueras de un supermercado o un edificio en construcción. El vigilante tiene la responsabilidad de observar todos los camiones de los proveedores del supermercado y a todos los contratistas de la obra. En caso de que se utilicen empresas "externas" o "no aconsejadas" por la Camorra, el pali tiene que informar a sus superiores. La mafia vigila todo el ciclo de negocios. La Camorra escoge a los empresarios que prosperan y los que fracasan, quiénes deben recibir un préstamo y cuánto es el interés sobre el crédito. Por medio de la violencia e intimidación se garantiza que todos los préstamos se paguen completos y puntualmente. La mafia es inspector, policía, banco y Estado.

Entre Nápoles y México hay un mar y un océano de distancia. Nuestra cercanía no es geográfica. Sin embargo, somos vecinos de las circunstancias. Nos aproximan los hechos. La realidad cotidiana de Gomorra es para nosotros una amenaza novedosa. Esa amenaza se quiere quedar a vivir entre nosotros. Si se necesita pedir permiso a un delincuente para pagar un seguro o abrir un consultorio, ese criminal es la autoridad real. Si México pierde la guerra contra el crimen organizado, ya no habrá una frontera clara entre economía formal e informal.

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