MÉXICO, D.F. (apro).- La de México y varias ciudades más viven un efecto peligroso de encapsulamiento que no permite a sus habitantes palpar los altos niveles de violencia que hay en otros lugares del país y que se han convertido en espacios de horror y terror.
Paradójicamente, el Distrito Federal se ha transformado en un refugio para muchos que huyen de sus lugares de origen, pese a que en años anteriores era considerada la ciudad más insegura.
No es extraño ver a familias enteras o a jóvenes emigrando de sus lugares de origen, después de haber sido víctimas directas de la delincuencia organizada, que literalmente gobierna en varias zonas del territorio nacional, o de autoridades coludidas o que ya forman parte del crimen organizado.
Ante la falta de sensibilidad de amplios sectores sociales que miran desde lejos a las miles de familiares víctimas de la violencia – 60 mil muertos, 10 mil desaparecidos y más de 3 mil desplazados–, un grupo de artistas organizados en el colectivo “El grito más fuerte” lanzó la campaña “En los zapatos de otro”, mediante la cual ha convocado a toda la ciudadanía a exigir un alto a esta espiral de violencia que crece día con día.
Este colectivo ha reaccionado de mejor forma que otros grupos sociales, artistas, empresarios y religiosos que han preferido manifestarse contra las decisiones erróneas del gobierno federal, que en lugar de resolver el problema del crimen organizado, han incentivado la violencia con una estrategia militar y policiaca que históricamente ha demostrado que ocasiona más violencia, más muertes, más corrupción y mayor consumo de enervantes.
Actores y actrices reconocidos, cantantes y artistas se unieron al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, y, con la frase “Ponte en los zapatos del otro”, buscan provocar una reacción social de empatía con todos aquellos que han sufrido el impacto del terror que ha ocasionado el crecimiento del poder del crimen organizado y la guerra declarada por Felipe Calderón desde el arranque de administración.
Quizá la campaña parte de aquel poema escrito por el pastor luterano alemán Martin Niemöller, que muchos le atribuyen erróneamente a Bertol Brecht:
“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista/ Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata/ Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista/ Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío/ Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.
Lamentablemente esto es algo que ocurre en México. La gente sólo reacciona hasta que la violencia le golpea directamente, sea a través de un familiar o un amigo cercano que es asesinado, extorsionado o desaparecido.
Antes de eso, no nos movemos, no alzamos la voz, no demandamos un alto a la violencia, que ha generado el rompimiento del tejido social y una situación de inseguridad que, entre otras cosas, coarta la libertad de tránsito, de expresión y de convivencia.
No se trata, como dice Calderón, de dejar de combatir al crimen organizado, sino de hacerlo de manera más inteligente e integral. En días pasados, el presidente panista dijo que su gobierno no es el culpable de las miles de muertes y desapariciones, sino que es el crimen organizado, olvidando que una de las tareas principales del gobierno y del Estado es garantizar la vida de los ciudadanos.
Por ello, si no ha logrado este objetivo fundamental, entonces es responsable directo de que la sociedad sufra el embate del poder de estas bandas de manera impune.
En el primer diálogo con el Movimiento por Paz con Justicia y Dignidad, las víctimas encabezadas por el poeta Javier Sicilia convocaron a Calderón a ponerse en sus zapatos para que tuviera conciencia cabal del dolor que han sentido todos y cada uno de ellos con la pérdida de un ser querido.
Al principio parecía que habían logrado sensibilizarlo, pero al paso del tiempo se dieron cuenta de que no habían conseguido cambiar su posición beligerante, que únicamente ha generado más violencia y muerte.
Ahora, este movimiento ciudadano y el grupo de artistas vuelven a hacer el mismo llamado, pero a la sociedad en general, con la campaña “En los zapatos del otro”, utilizando una serie de videos en los que se exponen los casos más emblemáticos y en los cada actor, actriz y cantante asume el nombre del familiar o de la víctima para dar a conocer su historia, su dolor, su sufrimiento.
Lamentablemente hasta ahora ninguna televisora se ha unido a esta campaña, ninguna se ha interesado en la difusión de estos videos bien realizados y que no tienen ninguna intención política o electoral, sino hacer un llamado a la solidaridad de todos para que ya no haya más muertos, más desaparecidos o más emigrados por la violencia.
Quizá lo hagan hasta que algunos de los familiares de los dueños o directivos, o ellos directamente, sean víctimas de la violencia. Para entonces, como dice el poeta alemán Martin Niemöller, ya no habrá nadie más que pueda protestar.
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